Antes de haberlos escuchado, dos amigos que bien conocen mi gusto musical, ya me los recomendaron y me advirtieron que me iba a enganchar encarnizadamente a ellos. Yo dudó, tratando de evitar un efecto Pigmalión, pero la advertencia se cumplió, y me metí en vena su primer disco, y en cuanto se publicó un mes después, el segundo.
Formado por Mikel Izal (vocalista y compositor), encabezando una formación que completan Alejandro Jordá (batería), Emanuel Pérez “Gato” (bajo), Alberto Pérez (guitarras) e Iván Mella (teclados).
Entre sus influencias, según ellos mismos están Queen, Red Hot Chili Peppers, Arcade Fire, Phoenix, Florence & The Machine, Two Door Cinema Club, Mumford & Sons, Extremoduro, Standstill, Glen Hansard, Alt-J, Metronomy, Sufjan Stevens, Zoé y Vampire Weekend, entre otras. De ahí su variedad rítmica. Igual a mitad de una canción entra un ritmo mariachi, que un ska, que un estribillo popero, que un redoble de batería que te moja la ropa interior. Y estas combinaciones en una estructura finamente hilada, con unos característicos silencios y unas letras donde entran las anécdotas,
la nostalgia por ciudades dejadas,
el romanticismo sin moñeces,
y las resonancias de la política actual.
Detalles variopintos: en directo suenan realmente bien, y particularmente llámome la atención lo bien que se lo pasa el batería mientras toca, que incluso se pone de pie y empieza a mover las caderas con cara de felicidad.
Los recomiendo encarecidamente, o empezaré a matar gatitos.

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